Interferencias lingüísticas durante el primer encuentro entre el Inca Atahualpa y Francisco Pizarro (Cajamarca, 1532).

El Inca Garcilaso demuestra estrategias lingüísticas de análisis bastante sofisticas para la época[1], desde varias muestras de lo que en lingüística conocemos como “préstamos lingüísticos”, como también el hecho de anticiparse en el uso de métodos utilizados por los gramáticos comparativistas del siglo XIX. Estos ejemplos que el historiador incaico trae, nos invitan a deconstruir desde la lógica determinadas situaciones que son exhibidas en el texto como hechos históricos. Rodríguez Garrido habla de “conciencia idiomática, así como conocimiento metalingüístico” (1995: 337) por parte del escritor peruano, de quien también menciona que Margarita Zamora cataloga como “intérprete y comentarista de la lengua quechua” (1995: 337).

Evidentemente, si seguimos la descripción que se hace del obrar de los españoles, pensando en el texto de Hernán Cortés (narrador testigo), pero fundamentalmente en el encuentro de Cajamarca que muestra Historia general del Perú los visitantes ibéricos no respetan en absoluto los principios de cooperación lingüística de Paul Grice (1991 [1975]: 517), quien explicaba que un hablante suele generar un mensaje lo más diáfano posible. Siguiendo los textos fuentes de la materia, no daría la sensación de que los españoles hicieran uso del principio de cortesía. En principio, se podrían ponderar dos hipótesis para explicar esto: o que los españoles no eran personas muy iluminadas (que no se daban cuenta de que si no cooperaban lingüísticamente el intercambio comunicativo iba destinado al fracaso) o que esto era una vil estratagema para asaltar los gobiernos locales (estamos más propensos a ponderar esto último, en instantes veremos por qué).

Por como el autor presenta a Felipe

 

trujamán y faraute […] natural de la isla Puna, y de gente muy pleveya, moço, que aún tenía veinte años, tan mal enseñado en la lengua general de los Incas como en la particular de los españoles, y que la de los incas la aprendió no en el Cozco, sino en Túmpiz, de los indios que allí hablavan como extranjeros bárbara y corruptamente, que, como indios son extranjeros en aquel lenguaje, y que también aprendió la lengua española sin que nadie se la enseñase, sino de oír hablar a los españoles, y que las palabras que más de ordinario oía eran las que usan los soldados visoños (1946 [1617]: 66)

 

y teniendo en cuenta que más adelante aclarará que él no hacía uso activo de la lengua castellana, sino que únicamente la escuchaba (uso pasivo de la lengua según De Saussure), y esencialmente en contextos castrenses (1946 [1617]: 67), deducimos que este faraute estaba mucho más cercano a tener un pidgin[2] que una competencia lingüística de nuestra lengua.

En consecuencia, esta/s ininteligibilidad/es entre los parlamentarios les viene/n como anillo al dedo a los españoles (tanto a Pizarro, como también antes a Cortés[3]): se produce la hecatombe. Nótese que Atahualpa sí percibe esta ininteligibilidad y obra como sugieren las máximas de Grice, quien decía que los oyentes suelen ampliar al máximo posible su paradigma de significación para poder decodificar lo mejor posible los mensajes recibidos (1991 [1975]: 517). Pero no sólo como oyente el soberano inca sigue los principios de Grice, sino también cuando le toca parlamentar, ya que Inca Garcilaso confiere que cuando fue su turno para parlamentar cambió su código lingüístico a uno más favorable al del traductor Felipe y además hizo su discurso con interrupciones para que el mediador no tuviera que recordar un discurso tan largo (al revés que el discurso de Fray Vicente de Valverde, que había sido todo de corrido, complicándole seriamente a Felipe la tarea de traducir esta oratoria en su totalidad). Rodríguez Garrido remarca la “insistencia en proclamar la incapacidad de los intérpretes empleados por los españoles como mediadores con el Inca” por parte de Garcilaso (1995: 667).

Continuando con el pensamiento de este autor “Garcilaso planteará […] que el desenlace trágico de la conquista obedece a la incomunicación ligústica entre españoles e indios” (Rodríguez Garrido, 1995: 377). La conclusión es evidente: a Atahualpa (en realidad ni a él en lo personal, ni a todo su pueblo en general) no le(s) convenía el desentendimiento, a los españoles sí. Para la autoridad local el interés radicaba en encontrar un acuerdo pacífico (Inca Garcilaso reiteradamente menciona que Atahualpa da órdenes explícitas a sus acólitos de no atacar) con un enemigo sobre el que habían llegado noticias temibles (Garcilaso de la Vega, 1946 [1617]: 70). Por el contrario, para los españoles el encuentro y la explicación de su plan que hace el Fray Vicente de Valverde deducimos que era un mero formalismo. Sea cual fuera la respuesta, el objetivo único e indefectible era tomar el poder del Perú.

En relación con esto, siguiendo la lectura de Rodrigo Caresani, notamos el motivo que explica esta minuciosidad y precisión que poseía Inca Garcilaso en sus disquisiciones lingüísticas. Caresani dice: “en su pulsión por no vulgarizar la ‘gravedad y compostura’ […] el mestizo piensa el traslado como un trabajo sujeto al cálculo y la razón, en el que las palabras ‘superfluas’ añadidas tornan inestable el ‘fiel’ balance de la ecuación” (2013: 5). Lo que ocurría era que Garcilaso estudió cuando todavía estaban presentes las influencias del humanismo. Sumado su bilingüismo materno, el peruano tradujo la obra italiana Dialoghi d'amore al castellano durante una época en la cual había mucha influencia de la censura inquisitorial, lo cual le permitió aplicar precozmente algo que podríamos calificar como “proto gramática comparativa”[4].

Continúa Caresani:

 

La escritura del Inca imagina y ensaya el encuentro con el otro (y también las variantes del des-encuentro) como un conjunto de réplicas entre dos interlocutores en el que se distribuyen roles, saberes y poderes desde la lógica agónica codifi cada en la secuencia básica del par pregunta-respuesta. […] [E]n los Dialoghi Garcilaso aprehende una constelación neoplatónica el ideal de armonía, de síntesis de los contrarios, el valor de lo proporcional y lo concordante que impacta en la construcción del incario en términos de una sociedad armónica y utópica, también descubre allí la matriz del diálogo renacentista desde la que escribe la memoria afectiva de su identidad andina (2013: 9)

 

Ergo, Inca Garcilaso comprendía a la perfección las implicancias de lo que hoy en día conocemos como el circuito de la comunicación de Jakobson, así como también el proceso democrático que implica un intercambio comunicativo como son, verbigracia, los diálogos, muy presentes en el Renacentismo debido al resurgimiento del platonismo.

De este modo, con su conocimiento intra e interlingüístico Garcilaso da cuenta no sólo de una violencia física por parte de los españoles, sino también de la violencia psicológica que implica la negación y desinterés de todo entendimiento posible con sus interlocutores incaicos. De por sí ya el encuentro entre dos culturas totalmente desconocidas contrae problemas interpretativos ya que partir de sistemas lingüísticos totalmente distintos (que incluyen no sólo lo fonético, lo cual sería algo menor, sino léxicos y semánticos) envuelve modos de pensamiento psicolingüísticos diferentes. Si a esto le sumamos la actitud comunicativa que según Garcilaso tomaron los españoles, el resultado cruel en que devino el encuentro de Cajamarca no sólo era inevitable, sino también ex professo.

Corpus

Garcilaso de la Vega, Inca (1946 [1617]). Historia general del Perú. Buenos Aires: Emecé.

Bibliografía

Caresani, Rodrigo (2013). “Escenas de traducción en los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega”. En Anclajes, XVII, n° 1, p. 1-20.

Grice, Paul (1991 [1975]). “Lógica y conversación”. En Valdés Villanueva, Luis (Editor) (1991). La búsqueda del significado. Madrid: Tecnos, p. 513-530.

Rodríguez Garrido, José A. (1995). “La identidad del enunciador en los Comentarios Reales”. Revista Iberoamericana, LXI, 172/173, p. 371-383.



[1] Si bien no podemos certificar que sus resultados sean correctos, debido a nuestra ignorancia sobre las lenguas incaicas del siglo XV.

[2] El pidgin es un sistema lingüístico de muy simple composición que sirve fundamentalmente para que dos actantes puedan tener inteligibilidad comunicativa en situaciones muy específicas, como por ejemplo intercambios comerciales (entre las cuales también ingresan las relaciones esclavistas-esclavos de origen extranjero).

[3] Nos referimos al hecho de que Montezuma creyera que los españoles eran dioses, lo cual le sirvió a Cortés en un primer momento para apresarlo, no así para lograr conquistar Tenochtitlán (al menos en su primera estadía en la ciudad).

[4] Esto puede notarse bien cuando Garcilaso ejemplifica con adjetivos, sustantivos castellanos que son tomados por la lengua inca como cognados. “’Eres cristiano baptizado?’, dice la traducción del general lenguaje: ‘Cristiano batizascachucanqui?’, donde no hay más de una dicción en indio, que es el verbo canqui, que corresponde al verbo eres de las otras dos dicciones” (1946 [1617]: 68) y los ejemplos “Dios, Jesucristo, Nuestra Señora, imagen, cruz, sacerdote, domingo, […]” (1946 [1617]: 68).

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