Contribuciones y concordancias teóricas de la filosofía del lenguaje a la gramática generativa

Aburriríamos al lector si nos pusiéramos a discurrir sobre el trillado tema de la tradición continental en contraposición contra la analítica en filosofía. Intentaremos sí mostrar la herencia que estos pensadores analíticos legaron en la lingüística del estadounidense Noam Chomsky y obviamente la coherencia entre estas teorías. En otras palabras, Chomsky toma distintos aportes de la lógica y de la filosofía del lenguaje y continúa con una tradición analítica. Al ser la teoría chomskyana una teoría sintáctica, su principal objeto de estudio es la oración. Aquí ya comenzamos a ver una similitud clave con filósofos como Frege y Russell. Iniciaremos a continuación nuestro trabajo con el primero de ellos, más adelante seguiremos con la propuesta del filósofo británico y una relación con la gramática generativa.

Como apostilla, podemos recordar que para Chomsky el hecho de que podamos comunicarnos a través del lenguaje no es más que un epifenómeno. Este autor considera que la verdadera y primordial función del lenguaje está directamente relacionada con el pensamiento, con la articulación de las ideas. Esto, de alguna manera, es compatible con la postura fregeana que sostiene que los sentidos de las oraciones son lisa y llanamente pensamientos; así como también con el isomorfismo que sostenía Russell entre la estructura lógica del lenguaje y la estructura de la realidad.

Como es sabido, uno de los desafíos fundamentales del modelo chomskyano ha sido resolver “el problema de Descartes”, es decir el aspecto creativo del uso del lenguaje que diferencia a los humanos del resto de los animales. Cómo es posible generar potencialmente infinitas oraciones con un número finito de elementos. En este sentido, el principio de composicionalidad de Gottlob Frege contribuye a la cuestión. Como hemos visto, según este principio, cada signo posee una función determinada según el lugar que ocupa en la oración. Desde el plano chomskyano, es la sintaxis el componente generativo de la oración. Podemos ver al propio Frege interesado también en este mismo tópico según nos muestra la doctora en filosofía mejicana Laura Campos Millán quien nos traduce palabras del mismísimo autor lógico alemán:

 

Es sorprendente lo que el lenguaje puede hacer. Con unas cuantas sílabas puede expresar un número incalculable de pensamientos, de tal modo que incluso un pensamiento captado por un ser humano por primera vez puede ser puesto en una forma de palabras que será comprendida por alguien para quien el pensamiento es enteramente nuevo. Esto sería imposible si no fuéramos capaces de distinguir las partes en el pensamiento correspondientes con las partes de la oración, de tal modo que la estructura de la oración sirve como una imagen de la estructura del pensamiento. (Frege en Campos Millán, 2020: 75)

 

Antes que nada, tengamos cuidado de no confundir este principio de composicionalidad con el de contexto, ambos totalmente compatibles entre sí. Veamos qué implica el principio del contexto. Frege diferencia entre un “significado específico” y un “tipo de significado” (para el presente trabajo nos interesa este último). Es evidente que en una oración como (a) “Frege es alemán” el nombre Frege no tiene el mismo “tipo de significado” que en otra como (b) “El programa de Frege comenzó a fines del siglo XIX”, su contexto es distinto, su ubicación estructural le impone una función que modificará su aporte semántico a la oración.

Esto es totalmente compatible con la teoría de X’ de 1981 de Chomsky de Rección y ligamiento. En muy resumidísimas palabras, en esta teoría destaca el “principio de proyección”, el cual implica que un sintagma es la máxima proyección de un núcleo (y viceversa, un núcleo es el elemento que proyecta un sintagma). Véase que en (a) Frege es el núcleo del sujeto, mientras que en (b) es un complemento del núcleo la preposición “de”, es decir Frege es dependiente, está regido por la preposición (a su vez este sintagma “de Frege” es un complemento de “programa”). Esto quiere decir que el tipo de significado de Frege no puede ser el mismo en (a) que en (b), ya que podríamos pensar que en (a) es el elemento que proyecta el sintagma, mientras que en (b) está subordinado a otro núcleo (en términos técnicos está “ligado” [de ahí el título del libro], la preposición rige y su complemento [en este caso Frege] queda ligado).

Si lo pensamos en términos fregeanos, en (a) al ser sujeto de la oración Frege es un nombre que aporta un sentido que determina un referente (el filósofo de carne y hueso Friedrich Ludwig Gottlob Frege, obviamente). Por el contrario, en (b) Frege está aportando “apenas” sentido desde el sintagma preposicional a la totalidad del sintagma nominal (es decir la descripción definida “El programa de Frege” que está funcionando como sujeto de la oración), obviamente el referente de esta descripción definida no es Friedrich Ludwig Gottlob Frege ni cerca está de serlo, sino el proyecto teórico filosófico logicista creado por este autor alemán.

Habiendo repasado el principio de contexto, retomemos el de composicionalidad. El significado del todo depende de las partes, o lo que es lo mismo, las partes aportan semánticamente al todo. El nombre piedra obviamente refiere, intermediado por el sentido, a esa determinada sustancia mineral gris presente en todo el universo. No hay ningún problema en esto, podríamos perfectamente generar una oración como (c) “La piedra tenía clavada la espada del Mago Merlín”, sin inconvenientes. El sentido de (c), en términos fregeanos, expresaría la proposición correspondiente, el pensamiento de que había una espada de un mago llamado Merlín incrustada en una piedra. Ahora bien, ¿podríamos generar una oración como (d) #“Arturo comió una piedra”? Evidentemente, como mínimo, esta oración sería dudosa: en el mejor de los casos será problemática y en el peor, directamente agramatical. ¿Por qué ocurre esto? Porque el verbo comer rige un complemento “palatable”, es decir algo que pueda ser ingerido por el paladar de un humano. Entiéndase, que una oración se compone de reglas tanto sintácticas (en términos pura y exclusivamente sintácticos, (d) está bien generada) como semánticos (aquí vienen los problemas con esta oración).

Como podemos apreciar, las distintas partes de la oración determinan el significado de la totalidad de la misma. Ahora bien, en (d) tenemos una probable incompatibilidad semántica entre componentes. Si aceptamos esta oración, su referente será indefectiblemente la falsedad. Si no la aceptamos, tenemos que pensar que hay una incongruencia entre el rector (el verbo comer) y su complemento ligado (una piedra). Hay una inconcordancia lógica. El principio de composicionalidad implica que tanto las reglas sintácticas como las semánticas actúan para darle un sentido a la oración. Pensemos otro ejemplo todavía más simple. En este sentido, Frege cita a Leibnisz: “Eadem sunt, quae sibi mutuo subtitui possunt, salva veritate” (1984 [1892]: 64) y luego agrega: “Cada sentido que pertenezca a un valor veritativo correspondería a su modo propio de descomposición” (1984 [1892]: 64). Esto implica que deberíamos poder comprobar empíricamente el holismo de una oración que posea los mismos elementos observando su valor de verdad final. “Frege leyó a Aristóteles” puede ser verdadera (de hecho, prejuzgamos que efectivamente lo sea), pero si trocamos esos mismos constituyentes sintácticos arribaremos a “Aristóteles leyó a Frege”, que es indefectiblemente falsa.

Este principio de composicionalidad a la teoría chomskyana le sirve para responder al problema del uso creativo del lenguaje[1]. Ostensiblemente, tener la competencia de un lenguaje determinado debería implicar una capacidad muy poderosa (pensemos que de la innumerable cantidad de seres vivos, los humanos somos los únicos que poseemos la facultad del lenguaje). No obstante, los niños desarrollan el lenguaje expeditivamente. Según Chomsky, la gramática (que es un órgano mental para este lingüista) es una suerte de sistema computacional que combina elementos (así como una calculadora, que siendo finita y poseyendo elementos finitos, puede alcanzar potencialmente infinitos resultados). Este sistema computacional combina las palabras[2] (el léxico) con reglas sintácticas para generar oraciones (potencialmente infinitas). Según Campos Millán, “A esta capacidad de generar y de comprender un número, en principio, ilimitado de oraciones nuevas de un lenguaje se le conoce como productividad.” (2020: 76).

Es evidente que el principio de composicionalidad tiene un rol en esta generación, ya que el componente léxico cobra preponderancia, debido a que las partes deben combinarse entre sí de manera lógica para conformar una oración pertinente con concordancia semántica. Esta combinación es lo que le permite al componente generativo (la sintaxis) conectar distintos elementos para generar la oración final (la cual, como veremos en instantes, más que llamarle “final” deberíamos llamarle “la oración de la estructura de superficie”, pero no nos adelantemos: debemos decir al menos una última cosa más antes de pasar a Bertrand Russell).

Es por esto por lo que Chomsky tajantemente descarta de plano estudiar la lengua como extensional, por la sencilla razón de que lo considera indefectiblemente imposible (desde ya no sólo sería imposible estudiarlo por ser inabarcable, ni siquiera sería posible reunir el corpus entero, es decir absolutamente todas las oraciones emitidas a lo largo de toda la historia de la humanidad). En consecuencia, en gramática generativa se estudia la lengua intensional. En otras palabras, lo que podemos y debemos estudiar son reglas o principios que nos permiten combinar los elementos finitos del sistema para poder generar oraciones. Según Chomsky eso es definir las lenguas por intensión: las reglas sintácticas-semánticas/combinaciones lógicas que intervienen en la generación sintáctica, como se ensamblan X, con Y, con Z, etc, para generar una oración. Según Campos Millán:

 

La motivación intuitiva para una explicación composicional de la productividad lingüística es, primero, que al encontrarnos con una nueva oración no nos encontramos con nuevos elementos, sino sólo con una combinación diferente de elementos que nos son familiares […]; y, segundo, que la comprensión de la nueva oración se deriva de la comprensión de estos elementos familiares y de su modo de combinación en la oración que, por otra parte, también es familiar para nosotros. (2020: 76)

 

Por otro lado, el rechazo a la lengua extensional (previo a 1981 llamada “actuación lingüística”, y posteriormente a esa fecha simplemente “lengua e”) implica, entonces, no estudiar bajo ningún punto de vista la lengua hablada, sino la competencia lingüística. Es ostensible que en la lengua hablada podemos encontrarnos con absolutamente cualquier objeto lingüístico, la enorme mayoría de ellos inesperados. Esto es totalmente compatible con la postura de Bertrand Russell quien interpreta que el lenguaje es engañoso, que detrás del lenguaje (o más precisamente de las oraciones) se esconde esotéricamente una estructura lógica detrás de la forma gramatical.

En este aspecto, Chosmky sostiene que en el proceso generativo de oraciones hay primero una estructura profunda (luego de 1981 simplemente “EP”) y una de superficie (“ES”), en esta última podríamos sostener que están las oraciones que ya están prácticamente listas para salir a la luz[3]. Lo que Russell veía era que las oraciones de superficie en realidad no siempre son lo que parecen. Como hemos visto, una oración aseverativa como (e) “El rey de Francia es calvo”, según este filósofo británico atomista, en realidad oculta una estructura lógica detrás que debe analizarse de la siguiente manera:

  1. Existe un único individuo que reina en Francia (condición de existencia). x (Rx).
  2. Existe sólo un individuo tal que ese individuo es el rey de Francia, debido a que estamos ante descripción definida, por el determinante “el” (condición de unicidad). y (Ry ≡ y = x).
  3. Ese individuo es calvo (condición de la generalidad de la predicación). Cx.

Lo cual (e) en lenguaje formal se representa de la siguiente manera:

(f) x [Rx   y (Ry ≡ y = x) Cx]

Volvamos por un momento a nuestra oración (d). Si nosotros vemos pura y exclusivamente la estructura de superficie, no debería haber ningún problema con (d) ya que tiene un sujeto “Arturo” que concuerda en número (tercera persona del singular) con el verbo “come”, el cual a ser transitivo rige tener un complemento, que en este caso también tiene (“una piedra”). Sin embargo, (d) nos perturba cognitivamente. ¿De qué depende la gramaticalidad? ¿Es la gramaticalidad un problema que podemos resolver a partir de lo que efectivamente se observa o tenemos que ir a niveles no observables que nos permitan reconstruir un proceso en el que solamente se puedan generar oraciones gramaticales y ninguna no gramatical? Efectivamente en nuestra gramática mental, debe de haber una estructura profunda que incluya o se articule en la generación con una forma lógica. Cuando Russell le contesta a Strawson que no está observando correctamente los indéxicos esotéricos, es porque evidentemente están escondidos en la estructura profunda y que rara vez aparecen explícitos en la superficie. Verbigracia, si alguien dice “¡fuego!”, es evidente que en realidad está implicando implícitamente “¡fuego, aquí y ahora!”.

En esa misma epístola pública “Mr. Strawson on referring”, podemos observar al propio Russell adjudicándose una posición que concuerda con la de Chomsky sobre lo que habíamos visto sobre la necesidad de estudiar la lengua intensional y no la extensional: “I am persuaded that common speech is full of vagueness and inaccuracy and that any attempt to be precise and accurate requires modification of common speech board as regards vocabulary and as regards syntax” (1957: 387). Russell, a nuestro criterio de manera acertada, está pensando en una forma/estructura ideal (es decir en una oración lógica), en lugar de las emisiones de la lengua hablada, como el correcto objeto de estudio que debemos tener.

En concomitancia con esto según la gramática generativa, la lengua es un sistema cuasi-matemático, un sistema lógico que, como habíamos visto, combinando elementos permite generar. Campos Millán explica que “la competencia lingüística es el conocimiento que tiene un sujeto de su lenguaje” (2020: 78). Esto es lo que le importa a Russell, esto es lo que le importa a Chomsky.

Regresando a lo que respecta al lingüista norteamericano, él abre su segundo libro con una idea prácticamente idéntica a la que vimos en Russell hace instantes:

 

Linguistic theory is concerned primarily with an ideal speaker- listener, in a completely homogeneous speech-community, who knows its language perfectly and is unaffected by such grammatically irrelevant conditions as memory limitations, distractions, shifts of attention and interest, and errors (random or characteristic) in applying his knowledge of the language in actual performance. (Chomsky, 1982 [1965]: 3)

 

Cuando Chomsky piensa su modelo abstracto de la gramática de un hablante ideal, incluye la “forma lógica”, que podemos pensar no es ni más ni menos que un sistema conceptual que implica una representación semántica mental. La “forma lógica” sería, a partir de 1981, según este autor un módulo de la mente que interactúa con (el módulo de) la sintaxis, aportándole justamente la interpretación semántico-conceptual. En consecuencia, el programa logicista de Frege y Russell es totalmente compatible con el programa de investigación chomskyano.

Consideraciones finales

 

Es menester que labre en actas las diferencias insalvables que hay dentro de los lingüistas. Por un lado estamos los formalistas, cuyo objeto de estudio máximo es sin ningún lugar a dudas e indisputablemente la oración y, por otro lado, están los pragmáticos (cuyo objeto de estudio trasciende a la oración). En términos saussureanos estamos quienes estudiamos la lengua y están quienes estudian el habla, en términos chomskyanos estamos quienes estudiamos la lengua intensional o la competencia, y quienes estudian la lengua extensional o la actuación.

Indudablemente quienes suscribimos al modelo formal, estamos de acuerdo con la visión de autores como Frege y Russell, que tienen como foco de análisis las oraciones aseverativas. La lingüística formal es deudora y coincide con la teoría de la filosofía del lenguaje. Estudiar la lingüística debe implicar también estudiar a los filósofos analíticos del lenguaje, dejarlos de lado o estar en contra de ellos es un error epistemológico que no todos los lingüistas realizamos. Ciertamente, hay lingüistas que omiten a autores como Frege o Russell (o Wittgenstein), pero ciertamente son otra rama de la lingüística a la que nosotros no pertenecemos ni perteneceremos jamás bajo ningún punto de vista ni situación alguna[4].

Vemos entonces una concordancia epistemológica entre la gramática generativa y Frege o Russell en lo que respecta a su objeto de estudio y sus criterios de estudio. Cuando Campos Millán sostiene que “tenemos la capacidad de comprender cualquier oración de nuestro lenguaje a pesar de que la oración sea nueva, no sólo para nosotros, sino nueva en el lenguaje” (2020: 75) tenemos a una filósofa del lenguaje que analiza el principio de composicionalidad de Frege observando un fenómeno axial del programa chomskyano (“el problema de Descartes” o “del uso creativo del lenguaje”). Sumado a esto, como hemos visto, nos importa resaltar el desapego tanto de Chomsky como de Russell hacia la lengua hablada; por ejemplo la que, según este último, tiene en consideración Peter Strawson.

En resumidas palabras, la lingüística chomskyana es una teoría composicionalista, el principio legado por Gottlob Frege se encuentra presente en el componente generativo (la sintaxis), mientras que la forma lógica es un módulo de la mente-cerebro que interactúa con la gramática mental. Esto nos lleva a concluir que tanto la lógica como la filosofía del lenguaje deben ser indefectiblemente estudiadas y profundizadas por los gramáticos debido a sus compatibles contribuciones epistemológicas que nos han aportado.

 

Bibliografía

 

Campos Millán, Laura (2020). “Composicionalidad”. En García-Ramirez, Eduardo (ed). La estructura del significado. México DF: Colofón, p. 71-95.

Chomsky, Noam (1982 [1965]). Aspects of the Theory of Syntax. Cambridge: The MIT Press.

Frege, Gottlob (1984 [1892]). “Sobre sentido y referencia”. En Estudios sobre semántica. Barcelona: Orbis, p. 51-86.

Russell, Bertrand (1973 [1905]. “Sobre el denotar”. En Simpson, Thomas Moro (ed.) (1973). Semántica filosófica: problemas y discusiones. Buenos Aires: Siglo XXI, p. 29-48.

Russell, Bertrand (1957). “Mr. Strawson On Referring”. En Mind. Vol.66, No. 263, p.  385-389. Oxford UK: Oxford University Press.



[1] El programa de investigación chomskyano ha pasado por varias etapas/desarrollos a lo largo de las décadas, nosotros para el presente escrito no profundizaremos en sus diferencias, sino que tomaremos la teoría en sus aspectos más generales. Esto no dañará en nada el producto final de nuestro estudio, ya que el “cinturón protector” de la gramática generativa nunca cambió, sus objetivos y su material de estudio (la sintaxis) siguen siendo los mismos a través de las décadas.

[2] En realidad, primero combinó fonemas para crear palabras. Decimos palabras para simplificar la explicación.

[3] Le faltaría únicamente que pase por la forma fonética.

[4] Bueno, nunca hay que decir “nunca”. Tal vez por dinero uno pueda cambiar de parecer. Pero en principio diríamos que no.

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